He visto dos exposiciones recientemente que me han descubierto a dos fotógrafos que tienen algo en común.
Por un lado, Gregory Crewdson en "La Fábrica", un fotógrafo del que resulta difícil encontrar un sitio web oficial (si es que lo tiene) y, la verdad, sus fotos se tienen que disfrutar en tamaño real en gran formato (impresiones de más de dos metros de ancho) con una calidad que permite al espectador sumergirse y apreciar cada detalle de la fotografía (se puede ver algo aquí). Crewdson es un fotógrafo que trabaja de una manera muy especial, ya que sus sesiones tienen más de producciones cinematográficas que de una simple toma fotográfica, valga de ejemplo cómo delega, al menos en parte, los asuntos técnicos en su director de fotografía. La técnica es impecable y no sé si actualmente se ha pasado a la captura digital, pero sus negativos de 18x24 cm. con un escaneado de calidad dan un resultado imponente y creo que, de momento, insuperable.
Mi otro descubrimiento ha sido Tom Hunter y, esta vez en la exposición "Lágrimas de Eros", en el museo Thyssen. De este fotógrafo (artista y no fotógrafo según su sitio web, ya quisieran muchos fotógrafos tener la mitad de su técnica) sí encontré página web oficial, y lo cierto es que las fotografías vistas en el monitor ni de lejos hacen justicia a sus imponentes cibachromes de gran formato.
El lenguaje de las fotografías en estos dos fotógrafos es muy rico y se escapa de las necesarias simplificaciones de la imagen a las que nos somete la baja resolución y el escaso detalle de las galerías web. Sus imágenes son complejas, y a la primera lectura de la imagen global (la que podríamos apreciar en Internet) sigue una segunda lectura según te acercas a la imagen y aprecias nuevos detalles y nuevas historias dentro de la historia. En Internet, si la miniatura de tu imagen (una reducción de una imagen ya reducida) no es atractiva, tal vez no sea visitada.
Creo que el potencial de la fotografía como arte, e incluso como oficio, está fuera de la web (ahí funciona mejor el vídeo), en impresiones que nos permitan disfrutar del detalle, la textura y las luces y las sombras que los monitores del ordenador sólo sueñan con reproducir. Es aquí, además, donde las flaquezas técnicas del fotógrafo quedan al descubierto y donde se aprecia al fotógrafo con oficio. Por último, y ahondando en el asunto, acabo también de visitar la feria ARCO, en su edición de 2010 y me ha llamado mucho la atención que había infinidad de fotografías (¡buena noticia!), y todas, o casi, con un factor en común: copias impresas de gran tamaño, de más de un metro en el lado pequeño, y con calidad técnica desigual, pero muchas funcionaban y resultaban atractivas, aunque su miniatura tal vez nunca hubiera sido clickeada en Flickr.
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