miércoles, 28 de julio de 2010

Si no me veo no lo creo

Ocurre en ocasiones que la realidad es demasiado fuerte para observarla en primera persona. A veces para bien y a veces para mal. Pero el mecanismo que debe actuar en nuestro cerebro parece ser el mismo, un momento muy feliz nos puede transportar a la misma sensación de irrealidad que momentos realmente trágicos, donde nuestras endorfinas nos facilitan un bálsamo sin el cual ciertas situaciones serían difíciles de soportar. Pero este mismo mecanismo nos puede impedir disfrutar de un momento de felicidad extrema.

En nuestra empresa, cada vez más trabajamos para la gente y menos para las empresas. Es mucha la gente que quiere un buen fotógrafo acompañándole en los momentos más importantes de sus vidas y casi nadie renuncia a un documento gráfico de esos días en los que nos cambia la vida.

A veces, solo una fotografía es testigo de que aquello realmente sucedió y nos muestra nuestra propia imagen que observamos estupefactos. ¿Donde estaba yo cuando me hicieron esa foto ahí?

Cuando la realidad de lo que nos sucede es demasiado fuerte, por ejemplo en nuestra boda, o al visitar la casa donde vivimos de niños o cuando vamos acompañados por alguien especial: tal vez un viejo amigo reencontrado, un familiar querido al que no veíamos hace años o un nuevo amor, puede que la emoción nos impida vivir ese momento en primera persona. Serán las fotos las que después nos ayuden a creer que eso realmente sucedió que estabas allí que no lo soñaste. Y descubrirás cosas en las fotos, miradas, gestos en tu propio rostro y en de tus acompañantes que te mostraran lo que sentías y lo importante que esos momentos fueron: reales e importantes.

lunes, 19 de julio de 2010

Te cobro por ir, el talento te lo regalo

Que difícil es hacer comprender a los posibles clientes que si cobras una determinada cantidad por un trabajo, es porque tu trabajo lo vale, y si lo vale o no es pura cuestión de talento y oficio. Y esto se tiene o no.
Pongamos un supuesto: tres fotógrafos por un mismo trabajo cobran diez, veinte y cien respectivamente. Si nos centramos en el que cobra cien, suele haber dos explicaciones, a saber: o bien es un fotógrafo muy reputado y en la cresta de la ola o bien es rico (por su familia) y no necesita vender una escoba y aprovecha esta ventaja para posicionarse como un fotógrafo cotizado.
Sin embargo mirando a los otros dos, suele ser el fotógrafo que cobra menos por su trabajo el que marca lo que el cliente esta dispuesto a pagar, y más en esta época de Internet donde localizar a cien fotógrafos y pedir otros tantos presupuestos es algo tan sencillo como pegar las direcciones de correo en copia oculta.
Lo que no es tan fácil es calcular el verdadero valor del trabajo que se esconde detrás de cada uno de los presupuestos que estamos valorando.
Si pensamos que pagamos por el tiempo que una persona nos dedica o por la cantidad de fotos que nos da a cambio del dinero que nos pide  la cosa es sencilla. Me temo sin embargo que a muchos clientes se les olvida lo realmente valioso de cualquier creación artística: la creación en sí. Lo realmente caro, lo que cuesta dinero debería ser el talento, pues es lo que marcará la diferencia y hará que las fotografías funcionen y el cliente recupere su inversión.
El problema es que para sobrevivir y puesto que es el más barato quien marca el precio real, al final el fotógrafo talentoso se ve obligado a rebajar su precio para ser competitivo. Y como a ninguno le gusta hacer mal su trabajo y les cuesta más hacerlo mal que bien, al final ponemos todo nuestro talento en el trabajo.
Y mientras deberíamos presumir de que nuestro trabajo físico, disposición de horas y demás es secundario y que nosotros cobramos por nuestro talento, oficio, profesionalidad, etc. al final lo cierto es que cobramos por ir. El talento va de regalo, si va...

viernes, 16 de julio de 2010

Principio de incertidumbre

Recientemente he visitado la exposición de Adriana Lestido Amores difíciles en el marco de Photoespaña 2010. Después pude asistir a una clase magistral de la fotógrafa en Alcalá de Henares. Explicando su forma de trabajar me llamo especial atención  su explicación sobre la serie Madres e Hijas que relataba desde un punto de vista muy personal la relación entre madres e hijas, haciendo un seguimiento fotográfico en forma de reportaje en profundidad de varias madres y sus respectivas hijas.
La fotógrafa decía que en este reportaje intentó ser una observadora imparcial y como a muchos fotógrafos les gustaría inexistente, es decir no modificar con su presencia una escena intima y retratarla tal y como se produciría sin la presencia del fotógrafo.
En una simplificación del principio de incertidumbre de Heisenberg por la que pido disculpas a cualquier físico que visite la página habla de la imposibilidad de medir correctamente determinadas variables (en física cuántica) dado que la propia medición alteraría el resultado. Es decir, la presencia de un observador modificaría el comportamiento de las partículas.
Me pregunto si esto no es también aplicable en fotografía y que al igual que en física cuántica no nos veremos los fotógrafos obligados a realizar suposiciones y a interpretar una realidad que estamos modificando con nuestra presencia. Tal vez solo mediante esta interpretación subjetiva podremos acercarnos a uno de los posibles resultados que obtendríamos en el caso de poder realmente observar sin estar allí.
Yo haré una apuesta y diré que en realidad lo que frecemos es siempre nuestra realidad subjetiva y siempre una interpretación, y eso es lo bonito de la fotografía. Dos fotógrafos pueden presenciar una misma escena y sin embargo sus imágenes pueden ser desde parecidas a opuestas. Y en esta suposición el fotógrafo A creara un universo y lo explicara a su manera y el fotógrafo B hará lo propio con su universo paralelo, diferente pero posible, antagónico tal vez pero compatible.
La utopía del documentalismo clásico de mostrar algo tal y como es, y no tal y como el fotógrafo provoca y percibe que sea, me parece eso una utopía.