lunes, 6 de diciembre de 2010

Unidos por el color


Hay veces que hago una foto y luego la olvido.Paseando por mi archivo apareció esta imagen que aunque olvidada, hoy me parece divertida por la coincidencia de colores entre los manifestantes del PC y la selección española de futbol...

viernes, 12 de noviembre de 2010

Presuponiendo el valor

Cuando me pide un presupuesto una empresa, para por ejemplo fotografías de sus productos, la ecuación es sencilla, o al menos debería serlo. Si las fotos venden, tienen valor para la empresa y solo se trata de acordar un precio.
¿Pero que pasa cuando el cliente es un particular? ¿cuál es el valor de estas imágenes? Es habitual que en incendios, en los que las personas en cuestiones de segundo tienen que decidir que salvar, sea un puñado de fotografías irreemplazables la posesión que les acompaña al resguardo de las llamas. Recuerdo una noticia en televisión sobre unas inundaciones en las que una señora, pobre como casi siempre lo son las golpeadas por este tipo de calamidades, en su casa ruinosa y aún llena de fango, aseguraba bastante serena haberlo perdido todo, pero perdía la calma al repetir una y otra vez que ya no estaban sus fotos. 
Hay fotografías que nos sacuden el alma, que nos hacen sentir. Por eso podemos romperlas con saña e incluso quemarlas, porque nos encienden, porque son nosotros, pero también quien nos las hizo. Porque nos llevan a un momento, pero también a un sentimiento, el que vivíamos en el momento de hacerlas, en el momento en que nos las hicieron.
¿Como se le pone precio a esto? ¿no tiene usted fotografías que valen todo el oro del mundo? aunque mañana es posible que quiera quemarlas, hoy no se separaría de ellas, sería como desvivir parte de su vida (suicidarse, olvidar o negar lo vivido... tal vez perderlo). Las fotografías son válidas como pruebas en los juicios, pero a veces también las necesitamos como pruebas de lo vivido.  Yo me he dado cuenta de la potencia que tienen estas fotografías personales al observar las reacciones de mis clientes y sinceramente, las mías propias. Lastima que en ocasiones solo después de hechas las fotografías, o de no hechas y añoradas, se comprende su valor, que poco tiene que ver muchas veces con su precio.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Foto de carne o renovando el carné

La última vez que renové el carné de conducir me ponía que duraba diez años. -¡Que maravilla, no hay que preocuparse!- pensé, como si diez años no pasaran nunca. El otro día lo miré, casi por casualidad, y estaba caducado.
El primer paso para renovarlo era hacerse una foto de carné. Entre en una presunta tienda de fotografía que hay cerca de mi casa. Nada más entrar me dí cuenta de mi error, teléfonos móviles, gatos que mueven el brazo, y extraños gadgets tecnológicos que abarrotaban unas estanterías caóticas. Estaba en un todo a cién, o a un euro o lo que sea, es decir, en lo conocido como una tienda de chinos. Los propietarios prácticos como solo pueden ser los que viene de la tierra de la peonía, no remodelaron la tienda, sino que aprovecharon los carteles de algún antiguo comercio fotográfico.
Como no era el primer pardillo que se había dejado embaucar por el sutil engaño de las letras gigantes indicando fotografía o del más sibilino hacemos fotos de carnet tenían el apaño necesario para no dejar escapar el business.
Yo perplejo y sin poder reaccionar me veo delante de una placa blanca que apenas cubre mi cabeza (yaa... más de uno podría decir que es un problema de cabeza y no de dimensiones del estudio) y veo como la dependienta china blande una cámara compacta y se dirige hacia mi cabeza apenas cubierta por el fondo blanco. Yo empiezo a buscar los flashes de estudio, focos en su defecto, una luz que retroiluminara la placa de fondo para conseguir fondo blanco... nada de nada. Flash incorporado y punto. Luego una elaborada indicación de como posar -¡ponte bien!- me dijo sin vestigio de simpatía y por último la típica y de manual conversación con el modelo para que este se sienta cómodo se sustituyo por una conversación en chino con su amigo que estaba también en la tienda mientras tu pones cara de ¿que dice esta tía?¿es a mí? y en ese momento foto. Con esa cara para los próximos diez años, ¿como me harán la foto cuando mi carné caduque de nuevo?

miércoles, 18 de agosto de 2010

La Vera, verano 2010


©Julián Rojas 2010

Siempre me interesó más en una fotografía el mensaje que la forma, el contenido que el envoltorio. Sin embargo esto no quiere decir que una fotografía para mi gusto tenga que contar una historia de principio a fin. De hecho prefiero las imágenes que provocan sensaciones diferentes en cada espectador, las que están más cerca de la poesía que de la narrativa. Ejemplos de ello imagenes de algunos de mis fotógrafos favoritos como Cartier Bresson o los retratos de Arnold Newman, sus imágenes son bellas, pero sobre todo dicen. Si no, para mi, serían como hermosos envoltorios pero sin nada dentro.

lunes, 16 de agosto de 2010

Nueva vida, nuevo diseño

La frase de Etienne de la Boetie que encabeza el nuevo diseño, es una de esas frases que contienen palabras que alguien te tiene que decir para que tu sepas que las llevabas dentro. Ha sido una frase importante para mi en los últimos tiempos y como no, una frase que tiene un contenido fotográfico obvio. Claro está, que no era su objetivo, el pobre Etienne, casi quinientos años a, ni tan siquiera sospecharía que se pudieran tomar instantáneas y mucho menos que su frase fuera utilizada por un fotógrafo en su blog.

Hay una curiosa coincidencia técnica, la luz que es el ingrediente principal de la fotografía (escritura con luz) pero que también puede quemar nuestras imágenes, sub-exposición si carecemos de luz, pero sobre-exposición si la luz entra en exceso en nuestra cámara.

Pero sobre todo creo que esta frase también define a un tipo de fotógrafo profesional: al serio y vocacional, al artista. El mismo fuego, la pasión por su profesión, que le quema y le hace darlo todo por una profesión ingrata le da la luz y la fuerza para continuar, ya que en su trabajo esta también su salario, en gran medida.

Pero tenemos que tener como profesionales cuidado con esa luz, claro está, disfrutarla y vivirla, pero no dejar que nos queme laboral y económicamente. El gran pecado de los fotógrafos hoy en día es nuestro empeño por trabajar a cualquier precio: estamos entrando en una competencia fiera, con presupuestos irrisorios y cada vez más bajos, de tal manera que estamos ahogando nuestra profesión. Si no cuidamos la hoguera, dentro de poco no habrá fuego donde iluminarnos, y habremos ardido todos en ella.

Curiosos


En mi pueblo natal Oñati hace unos días tomé esta imagen. Creo que podría ser yo mismo el fotógrafo y el fotografiado si la cámara captara lo que paso ahí hace 30 años... igual uno de esos niños soy yo.

miércoles, 28 de julio de 2010

Si no me veo no lo creo

Ocurre en ocasiones que la realidad es demasiado fuerte para observarla en primera persona. A veces para bien y a veces para mal. Pero el mecanismo que debe actuar en nuestro cerebro parece ser el mismo, un momento muy feliz nos puede transportar a la misma sensación de irrealidad que momentos realmente trágicos, donde nuestras endorfinas nos facilitan un bálsamo sin el cual ciertas situaciones serían difíciles de soportar. Pero este mismo mecanismo nos puede impedir disfrutar de un momento de felicidad extrema.

En nuestra empresa, cada vez más trabajamos para la gente y menos para las empresas. Es mucha la gente que quiere un buen fotógrafo acompañándole en los momentos más importantes de sus vidas y casi nadie renuncia a un documento gráfico de esos días en los que nos cambia la vida.

A veces, solo una fotografía es testigo de que aquello realmente sucedió y nos muestra nuestra propia imagen que observamos estupefactos. ¿Donde estaba yo cuando me hicieron esa foto ahí?

Cuando la realidad de lo que nos sucede es demasiado fuerte, por ejemplo en nuestra boda, o al visitar la casa donde vivimos de niños o cuando vamos acompañados por alguien especial: tal vez un viejo amigo reencontrado, un familiar querido al que no veíamos hace años o un nuevo amor, puede que la emoción nos impida vivir ese momento en primera persona. Serán las fotos las que después nos ayuden a creer que eso realmente sucedió que estabas allí que no lo soñaste. Y descubrirás cosas en las fotos, miradas, gestos en tu propio rostro y en de tus acompañantes que te mostraran lo que sentías y lo importante que esos momentos fueron: reales e importantes.

lunes, 19 de julio de 2010

Te cobro por ir, el talento te lo regalo

Que difícil es hacer comprender a los posibles clientes que si cobras una determinada cantidad por un trabajo, es porque tu trabajo lo vale, y si lo vale o no es pura cuestión de talento y oficio. Y esto se tiene o no.
Pongamos un supuesto: tres fotógrafos por un mismo trabajo cobran diez, veinte y cien respectivamente. Si nos centramos en el que cobra cien, suele haber dos explicaciones, a saber: o bien es un fotógrafo muy reputado y en la cresta de la ola o bien es rico (por su familia) y no necesita vender una escoba y aprovecha esta ventaja para posicionarse como un fotógrafo cotizado.
Sin embargo mirando a los otros dos, suele ser el fotógrafo que cobra menos por su trabajo el que marca lo que el cliente esta dispuesto a pagar, y más en esta época de Internet donde localizar a cien fotógrafos y pedir otros tantos presupuestos es algo tan sencillo como pegar las direcciones de correo en copia oculta.
Lo que no es tan fácil es calcular el verdadero valor del trabajo que se esconde detrás de cada uno de los presupuestos que estamos valorando.
Si pensamos que pagamos por el tiempo que una persona nos dedica o por la cantidad de fotos que nos da a cambio del dinero que nos pide  la cosa es sencilla. Me temo sin embargo que a muchos clientes se les olvida lo realmente valioso de cualquier creación artística: la creación en sí. Lo realmente caro, lo que cuesta dinero debería ser el talento, pues es lo que marcará la diferencia y hará que las fotografías funcionen y el cliente recupere su inversión.
El problema es que para sobrevivir y puesto que es el más barato quien marca el precio real, al final el fotógrafo talentoso se ve obligado a rebajar su precio para ser competitivo. Y como a ninguno le gusta hacer mal su trabajo y les cuesta más hacerlo mal que bien, al final ponemos todo nuestro talento en el trabajo.
Y mientras deberíamos presumir de que nuestro trabajo físico, disposición de horas y demás es secundario y que nosotros cobramos por nuestro talento, oficio, profesionalidad, etc. al final lo cierto es que cobramos por ir. El talento va de regalo, si va...

viernes, 16 de julio de 2010

Principio de incertidumbre

Recientemente he visitado la exposición de Adriana Lestido Amores difíciles en el marco de Photoespaña 2010. Después pude asistir a una clase magistral de la fotógrafa en Alcalá de Henares. Explicando su forma de trabajar me llamo especial atención  su explicación sobre la serie Madres e Hijas que relataba desde un punto de vista muy personal la relación entre madres e hijas, haciendo un seguimiento fotográfico en forma de reportaje en profundidad de varias madres y sus respectivas hijas.
La fotógrafa decía que en este reportaje intentó ser una observadora imparcial y como a muchos fotógrafos les gustaría inexistente, es decir no modificar con su presencia una escena intima y retratarla tal y como se produciría sin la presencia del fotógrafo.
En una simplificación del principio de incertidumbre de Heisenberg por la que pido disculpas a cualquier físico que visite la página habla de la imposibilidad de medir correctamente determinadas variables (en física cuántica) dado que la propia medición alteraría el resultado. Es decir, la presencia de un observador modificaría el comportamiento de las partículas.
Me pregunto si esto no es también aplicable en fotografía y que al igual que en física cuántica no nos veremos los fotógrafos obligados a realizar suposiciones y a interpretar una realidad que estamos modificando con nuestra presencia. Tal vez solo mediante esta interpretación subjetiva podremos acercarnos a uno de los posibles resultados que obtendríamos en el caso de poder realmente observar sin estar allí.
Yo haré una apuesta y diré que en realidad lo que frecemos es siempre nuestra realidad subjetiva y siempre una interpretación, y eso es lo bonito de la fotografía. Dos fotógrafos pueden presenciar una misma escena y sin embargo sus imágenes pueden ser desde parecidas a opuestas. Y en esta suposición el fotógrafo A creara un universo y lo explicara a su manera y el fotógrafo B hará lo propio con su universo paralelo, diferente pero posible, antagónico tal vez pero compatible.
La utopía del documentalismo clásico de mostrar algo tal y como es, y no tal y como el fotógrafo provoca y percibe que sea, me parece eso una utopía.

martes, 29 de junio de 2010

Doisneau

Este domingo he tenido la oportunidad de visitar la exposición de Robert DoisneauRobert Doisneau, el pescador de imágenes” en El espacio para el Arte de Caja de Madrid en Zaragoza. Ha sido una exposición muy especial para mi por múltiples razones.
Imágenes sencillas, sin artificios, pero al mismo tiempo llenas de poesía en las que el fotógrafo parecía no estar presente.
Fotografías profundas pero no a costa de avasallar al espectador con imágenes complejas, ambiguas y alejadas de una sencilla interpretación y lectura. Las imágenes de Doisneau son claras, su mensaje no es confuso, pero tras esa sencillez que acerca su fotografías a cualquier público, sus fotos gustan tanto a retinas entrenadas como a observadores casuales, se esconde el "je ne sais quoi" que diferencia al arte y al artista.
Y me temo que en este caso no hay mucho misterio. Una enorme sensibilidad, un amor incondicional por la fotografía y mucho, mucho trabajo. Seis décadas con un proyecto: pescar imágenes en su ciudad, París y fotografiar a personas corrientes siempre desde el respeto y la mirada cariñosa del fotógrafo humanista que quiere retratar lo bueno de la gente.
Hoy sus fotografías se venden por 6.000 euros, por 25.000 euros las copias originales del "El beso"  y la venta cada día de miles de postales, agendas y laminas (más de 500.000 de el beso) le convierten en una máquina de generar dinero. Sin embargo Doisneau vivió una vida modesta hasta su muerte en 1994 y solo al final de sus días empezó a notar un éxito tardío, ya que como suele ocurrir en esta extraña profesión la máxima ambición de los fotógrafos que nos creemos esto de verdad es poder serlo y en nuestro trabajo está gran parte de nuestra recompensa. Y a veces se nos olvida pedir algo más.

domingo, 20 de junio de 2010

Caminos trillados

Caminante no hay camino

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Extracto de Proverbios y cantares (XXIX) Antonio Machado

He decidido elevar notablemente el nivel literario del blog y tomar prestado este poema para comentar las ideas y sensaciones que me produjo la reciente visita de la exposición de Juergen Teller en el marco de Photoespaña 2010.
Por un lado sus fotografías zafias por lo directo, por lo poco elaboradas técnicamente, por su estética de camara point and shot (apunta y dispara en inglés, mucho más explicito que nuestro cámara compacta en español) y por su escenografía aparentemente inexistente me hicieron pensar en un fotógrafo vago (no en la acepción de confuso o ambiguo, sino en la de perro, gandul).
Pero al ser un fotógrafo especializado en moda, que además se niega a separar entre su faceta profesional y su creación personal, en una segunda reflexión a este fotógrafo hay que reconocerle el valor de lo nuevo. En un sector como el de la fotografía de moda, que actualmente se dedica a homenajear o versionar (otros dirían copiar) a los grandes fotógrafos de publicaciones clásicas como Vogue o Harpers Bazaar Magazine como Cecil Beaton, Edward Steichen, o Richard Avedon por citar algunos, algo nuevo, ya es algo.
Obviamente es muy difícil en fotografía, como en cualquier otro ámbito en el que haya euros (o dolares) en juego crear algo nuevo. O mejor dicho, que te permitan crear algo nuevo, y en la moda hay mucho en juego, incluso en crisis, la ropa la tenemos que comprar. Y aquí es donde hay que quitarse el sombrero con Juergen Teller. Hace algo incorrecto técnicamente, o al menos no muy elaborado, alejado de cánones clásicos e incluso feo en ocasiones. y no solo lo ha vendido, sino que ha creado un  estilo propio y muy cotizado. Vi fotografías que me gustaron, pero sobre todo vi a un fotógrafo que supo gestionar su imagen (y sus imagenes) y venderse entre los más grandes vendedores: las grandes marcas de moda. Y creo yo que es en parte por haber apostado por lo diferente, que no tiene necesariamente que ser mejor, pero siempre es valiente y nos recuerda que se puede innovar aunque haya tanto y tanto hecho por detrás. "y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar".

jueves, 10 de junio de 2010

Pocos objetivos

En estos tiempos de crisis, se habla mucho de tres crisis. La crisis económica mundial, la medio ambiental (energética) y la crisis alimentaria o lo que es lo mismo, la profunda injusticia norte-sur que nuestra criminal indiferencia alimenta.

Para mi, todo está englobado en una crisis importante de valores, que nos hace fijarnos en lo accesorio, en la superficie y olvidarnos de la esencia.

El consumismo reinante nos hace pensar que todo se puede comprar, y sin embargo el disfrute de las mejores cosas solo se consigue aprendiendo, conociendo, recreándonos en el detalle y dedicándonos a esa cosa. Y eso no se vende. Requiere de nuestro esfuerzo, conocimiento y reflexión si queremos traspasar una superficie que no nos dará más que satisfacciones fugaces.

La fotografía no se libra de esta tendencia y en general la gente asocia su compromiso con la fotografía a la inversión económica en equipo que está dispuesta a realizar.
Muchas personas me preguntan acerca de diferentes equipos, marcas y accesorios. Incluso aficionados presuntamente comprometidos y entregados a su hobby me preguntan angustiados sobre cuál es el próximo objetivo fotográfico que deberían comprar para mejorar sus imágenes.
Mi respuesta es siempre la misma: ¿tú crees que has agotado las posibilidades de tu equipo actual? ¿Le has sacado el cien por cien a tu actual cámara y objetivos? ¿Hay algo que querías haber hecho y que las limitaciones de tu equipo te haya impedido?
Por contra me encanta cuando un aficionado, o alguien con ganas de aprender fotografía no da demasiada importancia al equipo. Tiene su cámara reflex y sabe que en su cámara no está el problema. Se preocupa por su formación, por visitar exposiciones, leer revistas, webs, blogs por conocer la fotografía. Busca cursos, lee libros... etc.

Hoy en día cualquier cámara de cualquier marca pone posibilidades técnicas solo soñadas por los equipos profesionales de hace 5 años. La cámara no es excusa.

Tal vez en este mundo de estímulos varios que nos ha tocado vivir intentamos abarcar demasiado. El mercado, siempre al acecho, nos hace creer que todas esas disciplinas cuyo conocimiento en realidad requerirían de una parte importante de nuestra vida se pueden ingerir, previo pago, a modo de capsula milagrosa. Sin estudiar, sin aprender, sin conocer, sin amar.

En estos tiempos de crisis varias, tal vez sea un buen momento para detenernos en cosas baratas que además darán valor a nuestras vidas. No son necesarios demasiados, ni tampoco muchos objetivos. Es mejor centrarse en unos cuantos y recrearse en ellos. Exprimirlos, estudiarlos, sacarles el jugo y disfrutar de ellos. Pero esto requiere un esfuerzo que nada tiene que ver con el uso de nuestra tarjeta de crédito.

martes, 8 de junio de 2010

La profesión de fotógrafo no ha muerto, solo huele

"Punk is not dead, it just smell" es una frase irónica que se puede leer en alguna camiseta de las que venden en los mercadillos al visitar la fotogénica Londrés, creo que en referencia a un viejo disco punk.
Algo así me pasa con mi profesión. ¿Creéis que esta muriendo? No es descabellado, algunas profesiones desaparecen, basta con ver los viejos toneleros de Albert Camús (su padre era tonelero), cuyo oficio en desaparición debido a la fabricación industrial retrata al detalle creo recordar que en "El primer hombre", o los alfareros de Saramago en "La Caverna", que luchan contra la tiranía del centro comercial y sus vasijas de plástico (el equivalente alfarero de las fotografías sin sustancia hechas con la camarita y desgana).
Creo que esta profesión no ha muerto, pero está en una situación muy grave. Recientemente un director de un festival internacional de teatro de una ciudad cuyo nombre empieza por Me- y termina por -rida me ha pedido un presupuesto para la cobertura fotográfica y de vídeo de una obra de teatro-concierto que se estrenaba. Tras pasar un presupuesto muy razonable (bajo si soy sincero) me lo acepta en el acto y reserva y bloquea la fecha. A las horas, cuando yo ya he avisado al equipo, y más de uno ha cambiado los planes para el domingo, me llama y me dice que me lo tiene que confirmar ¿? ¿no me lo ha confirmado ya?
Finalmente tras marearme día y medio consigue confirmar que un amigo suyo viene de Mérida (!Uy se me ha escapado!) y que se lo va a hacer gratis.
Lo escalofriante de que esta persona use al famoso amigo (primo,sobrino, etc), es que es un director de un festival como el de Mérida, ni es una compañía de aficionados, ni cuatro amigos. Y se estrena en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, gestionado por el sacro-santo Teatro de la Abadía. Primera división.
¿Por qué el que canta en el espectáculo no es una amigo que canta? ¿quien no tiene un amigo o sobrino o vecino que canta en la ducha? Seguro que se anima.
O los músicos o los técnicos de luces, los acomodadores, la taquillera. Seguro que a todos ellos se les puede sustituir por alguien que lo haga más barato e incluso gratis.
Si no acabamos con los intrusos, amigos, sobrinos y demás esta profesión se va al garete.
Mucha gente canta en la ducha y mucha otra hace fotos. De ahí a poder cobrar por ello va un trecho. Puede que no haya muerto, pero huele.

martes, 4 de mayo de 2010

Las cosas con alma y las almas con cosa

Estamos en un mundo de superficialidad, de lobos con piel de cordero y de corderos con un extraño liquido, por gracia de las hormonas artificiales, en lugar de carne. Es el mundo del envoltorio y la pulcritud, el aspecto y no la esencia. El marketing se encarga de vendernos algo bien, o de vendernos "nada", siempre y cuando compremos esa "nada" pagando un buen precio por ella.

En realidad este marketing y esta publicidad es algo que necesitamos. Necesitamos desde nuestra ignorancia, estar convencidos de que ese producto que hemos adquirido es el mejor (o al menos el mejor que podemos pagar) cuando en realidad lo ignoramos todo sobre el producto en cuestión ya sean vinos, coches, relojes...etc. Este mismo marketing nos hace creer que tenemos derecho a opinar, a pesar de que hay personas que dedican su vida al tema en cuestión, tras haber leído un díptico o visitado un par de webs donde nuevos ignorantes, endiosados por sus aún más ignorantes adeptos y por ellos mismos, pontifican desde su consanguíneo caldo.
No solo somos ignorantes, eso es normal, no se puede saber de todo: lo peor es que además somos osados, sin pudor e impertinentes. Nos permitimos opinar y decir estupideces en cualquier foro y frente a personas que saben, presumimos de ignorancia cuando tendríamos que intentar aprender y mejorar, siempre con humildad y con los ojos bien abiertos.

El marketing y la ignorancia son los asesinos de las cosas con alma. El marketing porque no triunfas si solo pones los esfuerzos en hacer algo bien, en dotarlo de esencia, de fundamento y de alma. Tu empresa entonces esta condenada al fracaso. Lo importante es poner algo, aunque sea vacío insulso y no funcione y venderlo bien.
La ignorancia porque solo con preparación podemos apreciar algo bien hecho, algo bueno, y nos reiremos entonces de los creadores de eslóganes publicitarios y demás vendedores de mantas.

La consecuencia de todo esto para los que amamos nuestro trabajo y creemos en lo que hacemos sería un desánimo en el que sin embargo no podemos caer: la sensación de estar predicando en el desierto. Hagamos las cosas bien, disfrutemos de ofrecer un buen trabajo a los demás aunque no todos sepan apreciarlo. Dotemos de alma a nuestras fotos si somos fotógrafos, a nuestros platos si somos cocineros y al mismísimo surtidor si trabajamos en una gasolinera (sabéis que mi gasolinero siempre me regala una broma).
El trabajo bien hecho es una recompensa en sí mismo. Para la otra recompensa, la económica, no nos olvidemos de vender. Pero si solo podemos hacer una cosa, vender o crear, estamos ante una decisión importante: que tipo de vida y de mundo queremos.

jueves, 11 de marzo de 2010

Demasiado contenidos

Recientemente he asistido a un taller promovido por la Asociación de Empresarios del Henares (AEDHE) sobre la web 2.0 y sobre cómo las empresas pueden aprovechar las herramientas que nos brindan estas nuevas tecnologías. Blogs, redes sociales e infinidad de nuevos 'palabros' que prometen aumentar las visitas a nuestra web, mejorar nuestra imagen de marca, y al final, que de eso se trata, vender más.
El taller era impartido por un experto en este nuevo tipo de marketing, que contó muchas cosas en poco tiempo. No sé a los demás, pero a mí me aturdió con infinidad de nuevos conceptos, aunque me hizo intuir que hay un mundo desconocido y prometedor ahí fuera. Un mundo como el que debieron imaginar hace diez años todos los que en acto de fe, o de avaricia, invirtieron el las 'puntocom'.
Más allá de las sensaciones, sí que me quedé con algo que he venido escuchando desde que empecé a interesarme un poco más por Internet y su mundo y que este experto volvió a remarcar: la importancia de los contenidos en nuestros sitios webs y, sobre todo, la importancia de que ese contenido esté vivo y actualizado continuamente.
Los contenidos de los que hablamos son principalmente tres: textos, fotografías y vídeos. En toda la charla no se habló de quien genera estos contenidos, salvo para mencionar por encima el precio de saldo de un profesional, el periodista, y ahondar en la idea de que el trabajo de otro sector profesional, el de la producción de vídeo, supuestamente lo puede hacer cualquiera, animando a los participantes del taller a usar una cámara de vídeo del Carrefour de trescientos euros y producir 15 vídeos en un día.
A mí hay algo en todo esto que no me cuadra. Periodistas y profesionales audiovisuales somos creadores de contenidos, en tanto en cuanto somos quienes los hacemos accesibles, interesantes y válidos para un público objetivo. Somos generadores de contenidos y los contenidos son muy importantes, ergo somos muy importantes. Sin embargo, una vez más estamos haciendo las cosas muy mal. Demasiada gente sigue pensando que somos lo barato, lo prescindible, lo que cualquiera puede hacer. Con estas nuevas tecnologías, hay quien piensa que vale más el soporte que el contenido, el envoltorio que el caramelo. Esta tarta la reparten profesionales cuyo cargo se designa siempre es en inglés y muchas veces con siglas, de manera que casi nadie sabe muy bien lo que hacen, aunque todo el mundo presupone que ha de ser muy importante a tenor de las grandes cantidades que cobran por ello y, obviamente, dejan las migas de esa tarta para los profesionales que -estos ya, al ser menos importantes, se designan en castellano- tiene un claro objetivo: crear contenidos, es decir crearlo todo para que el usuario-cliente tenga una razón para visitar esa web-blog-red-xxx y así la empresa tenga más posibilidades de vender su producto.
Yo no hago fotos bonitas para el regocijo del dueño de "Talleres Pepe", estas fotografías harán que "Talleres Pepe" venda más y yo quiero mi parte de los beneficios.
Conste que no culpo a nadie, salvo a nosotros mismos, pues somos nosotros con nuestros complejos, con nuestra permisividad ante el intrusismo profesional y con un romanticismo mal entendido los que estamos terminando con nuestra profesión.
Yo entiendo al reportero en zona de conflicto y que lucha por una causa mayor como puede ser la libertad de su nación o el final del hambre en el mundo, aquí su sueldo es secundario y no permanece en su trinchera por él. Seguramente eso no se podría pagar con dinero.
Pero en esta partida tecnológica, somos jugadores indispensables y generamos dinero. Si no pedimos lo nuestro, negándonos a trabajar por menos y demostrando lo que se puede hacer trabajando bien, nadie nos lo va a regalar.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Segundas impresiones

He visto dos exposiciones recientemente que me han descubierto a dos fotógrafos que tienen algo en común.
Por un lado, Gregory Crewdson en "La Fábrica", un fotógrafo del que resulta difícil encontrar un sitio web oficial (si es que lo tiene) y, la verdad, sus fotos se tienen que disfrutar en tamaño real en gran formato (impresiones de más de dos metros de ancho) con una calidad que permite al espectador sumergirse y apreciar cada detalle de la fotografía (se puede ver algo aquí). Crewdson es un fotógrafo que trabaja de una manera muy especial, ya que sus sesiones tienen más de producciones cinematográficas que de una simple toma fotográfica, valga de ejemplo cómo delega, al menos en parte, los asuntos técnicos en su director de fotografía. La técnica es impecable y no sé si actualmente se ha pasado a la captura digital, pero sus negativos de 18x24 cm. con un escaneado de calidad dan un resultado imponente y creo que, de momento, insuperable.
Mi otro descubrimiento ha sido Tom Hunter y, esta vez en la exposición "Lágrimas de Eros", en el museo Thyssen. De este fotógrafo (artista y no fotógrafo según su sitio web, ya quisieran muchos fotógrafos tener la mitad de su técnica) sí encontré página web oficial, y lo cierto es que las fotografías vistas en el monitor ni de lejos hacen justicia a sus imponentes cibachromes de gran formato.
El lenguaje de las fotografías en estos dos fotógrafos es muy rico y se escapa de las necesarias simplificaciones de la imagen a las que nos somete la baja resolución y el escaso detalle de las galerías web. Sus imágenes son complejas, y a la primera lectura de la imagen global (la que podríamos apreciar en Internet) sigue una segunda lectura según te acercas a la imagen y aprecias nuevos detalles y nuevas historias dentro de la historia. En Internet, si la miniatura de tu imagen (una reducción de una imagen ya reducida) no es atractiva, tal vez no sea visitada.
Creo que el potencial de la fotografía como arte, e incluso como oficio, está fuera de la web (ahí funciona mejor el vídeo), en impresiones que nos permitan disfrutar del detalle, la textura y las luces y las sombras que los monitores del ordenador sólo sueñan con reproducir. Es aquí, además, donde las flaquezas técnicas del fotógrafo quedan al descubierto y donde se aprecia al fotógrafo con oficio. Por último, y ahondando en el asunto, acabo también de visitar la feria ARCO, en su edición de 2010 y me ha llamado mucho la atención que había infinidad de fotografías (¡buena noticia!), y todas, o casi, con un factor en común: copias impresas de gran tamaño, de más de un metro en el lado pequeño, y con calidad técnica desigual, pero muchas funcionaban y resultaban atractivas, aunque su miniatura tal vez nunca hubiera sido clickeada en Flickr.